1 mar 2009

VIENTO, VELA, MAR



Llegó la soledad. 
La noche se olía en el viento que inflaba las velas. 
Un día que se acababa. Otra soledad pasada. Otro pedacito de camino recorrido. Anhelando la llegada del sol, deseando la desaparición de la luna.
El mar en calma te arranca pensamientos pero la luna trae la noche y se los lleva.



La tempestad también existe y nunca estamos lo suficientemente preparados.
Las olas azotan mi cara, dejándola salada, con gusto a mar, a sal.

¿Cuándo acabarán las tempestades? Siempre existirán.
El mar es impredecible. Como la vida. Las bofetadas saladas llegan cuando menos te lo esperas. Pero con ayuda se timonea mejor.



Dos barcos, un destino. El mismo. 
Comparten el mar, el sol, el viento. Navegan, en paralelo.  
Llegarán a su destino juntos... o no.



El sol calienta las mejillas de los navegantes y les acompaña. Un sol radiante que deja que el viento siga soplando para que el barco infle sus velas y navegue ahora ya con rumbo.

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